Hace algo más de cien años que el ingeniero y químico suizo, Jacques Brandenberger, creó un nuevo material que registró como marca comercial bajo el nombre de Cellophane (haciendo uso de los términos franceses cellulose, celulosa, y diaphane, diáfano) y que en castellano adaptamos como celofán. Su aparición fue, como muchas otras cosas cotidianas de la vida a las que no prestamos demasiada atención, producto de la casualidad. Iba en busca de un material para impermeabilizar la tela y encontró un producto que se ha convertido en un imprescindible en muchos sectores que lo usan para envolver, entre otros, caramelos, flores, regalos, alimentación… Y, cómo no, cigarros.
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