Todos somos conscientes de que, con el correr de los años, nuestra vida pasa por diferentes etapas, cada una con unas características marcadas. De niños necesitamos que nos cuiden, de adolescentes casi nadie nos soporta (ni siquiera nosotros mismos), con la juventud pensamos que nos comemos el mundo, y sólo algunos llegamos -llegan- a la madurez con los objetivos de éxito cumplidos. Ya de viejitos parece que queremos cerrar el círculo de nuestra vida porque en la mayoría de los casos requerimos, de nuevo, que nos cuiden. Sorprendentemente, con los cigarros y sus etapas de maduración ocurre casi lo mismo.

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