Cada parte de la planta de tabaco da unas hojas que aportan un aroma y un matiz diferente a cada puro artesanal. Al igual que sucede con el vino, la calidad de un puro artesanal reside en el equilibrio perfecto que existe entre las diferentes partes de la planta de tabaco que lo compongan. Es decir que, por ejemplo, si el cigarro contiene más hojas de ligero (parte superior del vegetal), tendrá más fortaleza; si tiene más de seco (parte central) le aportará a la fumada más sabor y aroma, y si está formado por más porción de volado (parte inferior), tendrá poco aroma, pero le dará una buena combustión al tabaco.

La riqueza del puro artesanal se incrementa, además, cuando esas hojas provienen de diferentes países como las labores que ofrece La Casa del Tabaco, que se componen de tabacos de Nicaragua, Honduras y República Dominicana, entre otras zonas geográficas. “Con estas mezclas se consigue otro tipo de matices”, asegura Ramón Zapata, fundador de la empresa.

Desde que las semillas de tabaco llegaron a estos países latinoamericanos en los bolsillos de los cubanos que emigraron a ellos, sus tierras y suelos se han encargado de aportarle también a estos cigarros los aromas y características propias que los diferencian. “Por ejemplo, el de Honduras es menos dulce y más áspero; el de Nicaragua, más fuerte y más dulce, y el de República Dominicana, más dulce, y en ellos se pueden percibir matices a frutos secos, tostados, café, etc.”, explica Zapata.

Unos puros de calidad que el fundador de La Casa del Tabaco recomienda mantener siempre en humidores o en lugares en los que se mantenga algo de humedad, encender con una lámina de cedro y fumar “en un momento de relax y de tranquilidad, con calma para el disfrute”.

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