Hoy conoceremos un poco más sobre los puros de tripa corta. Dentro del universo de los cigarros premium, los más entendidos en la materia distinguen, aprecian y disfrutan cada pequeño matiz que diferencia a unos cigarros de otros. Pese a que las variaciones en el sabor son muy sutiles, detalles como la forma de encenderse de cada vitola hablan de qué tipo de composición esconde: los pliegues y acabados tienen memoria, y se transmiten al fumador a través de cada calada.

El valor añadido de las labores de tripa corta –ya sean hechas a mano de principio a fin o a máquina– radica en que habitualmente se trata de cigarros más económicos, con una relación calidad-precio de lo más ajustada y, por tanto, accesibles para fumadores de prácticamente cualquier nivel adquisitivo.

La tripa de un puro es, en pocas palabras, su relleno interior. Las «vísceras» de las labores de tripa corta se componen de aquellas hojas que, al no poder ser utilizadas como capa, pasan a formar parte del corazón de cada puro. Por supuesto, la calidad no está en la longitud: las hojas son las mismas, y la materia prima y los procesos que sigue hasta que puede ser fumada no varían en absoluto y no restan un ápice de sabor y disfrute a quien opta por esta variedad.

Calidad, sabor, distinción y matices. La tripa corta puede proporcionar una experiencia similar a la de los cigarros premium pero a un precio más reducido. La Casa del Tabaco dispone de tabacos de tripa corta como Schizo, Raza y algunas vitolas de Don José.

Los «bonchos», nombre que recibe la vitola antes de estar totalmente terminada, están compuestos por una picadura corta que puede ser tan sabrosa y plena como cualquiera de gama superior: pruebe a decirle a un experto que, con los ojos cerrados, distinga un puro de tripa corta de uno de tripa larga.

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