La lucha de las mujeres conquistando espacios y prácticas tradicionalmente masculinas sigue vigente en pleno siglo XXI. Y el sector de los cigarros Premium no iba a ser una excepción. Sin embargo, hay que felicitarse porque, aunque lenta, la tendencia sigue al alza y ya son cada vez las mujeres que se permiten el placer de un buen cigarro sin que le aceche la sombra del prejuicio (de los demás, pero también de ellas mismas).

En nuestra sociedad, como en muchas otras, el consumo de tabaco ha estado considerado, hasta hace relativamente pocas décadas, como una zona acotada para hombres y socialmente censurada la entrada de mujeres. A ello se sumaba el hecho de que la mujer consideraba el puro demasiado agresivo -cuando es totalmente lo contrario- en una época, recordemos, en que la mujer también desaprobaba el trabajo femenino fuera de las paredes del hogar conyugal.

Afortunadamente para todos y todas, lo que en principio fue tachado de vulgar e indecente, ha pasado a considerarse como moderno, liberal y transgresor. En este momento, de hecho, la normalización se ha alcanzado y la imagen de mujeres fumando ya no resulta chocante ni provoca rechazo, sino que está incorporada a nuestro imaginario socialmente aceptado.

Fumar ha pasado de ser algo extraño e impropio de mujeres a ser un comportamiento ampliamente extendido entre la población femenina y no por una simple imitación. Aquí conviene que repasemos brevemente las etapas en esta historia de mujeres y tabaco. En los años 20 del pasado siglo, las mujeres se cortan el pelo, la falda, incorporan el pantalón a su armario y comienzan a fumar cigarrillos como un acto de liberación. En los 90 llega el boom por los cigarros Premium con portadas en las revistas más influyentes (sobre todo en EEUU, pero también con ecos de gran relevancia en Europa) que muestran a mujeres famosas fumando puros. Entre ellas, Whoppi Goldberg, Elle McPherson, Cindy Crawford, Naomi Campbell y Demi Moore, las estrellas del momento. ¡Qué atrevimiento! O al menos, así lo pensaría el escritor Guillermo Cabrera Infante que, en su obra Puro humo (2001), clamaba: “Los cigarrillos son el opuesto perverso de los puros (…) Los puros son tipos duros, los cigarrillos, femeninos como las joyas”.

En la actualidad, en una etapa de la historia donde fumar, en general, está mal visto, las mujeres valientes han asaltado con éxito otra de las parcelas prohibidas y cada vez son más frecuentes sus apariciones en las revistas especializadas en tabaco. Mujeres famosas que desechan el cigarrillo, pero abrazan el puro como signo de placer, distinción social y bienestar. Mujeres como Beyoncé, Madonna, Dita Von Teese, Salma Hayek, Jennifer López, Bar Refaeli, Angelina Jolie, Penélope Cruz, y así podríamos seguir en una lista interminable. Y es que el puro es un producto menos nocivo para la salud que el cigarrillo, tanto en sus componentes como en la frecuencia de consumo (el fumador de cigarrillos es más compulsivo y el de puros más reflexivo y necesita dedicación y experiencia en este noble arte para poder apreciar todos los matices del puro), razón por la que se va asentando socialmente como elemento de un nuevo estilo de vida.

¿Qué aún no estás acostumbrado a ver una mujer fumando un puro? Bueno, no hay razón por la que preocuparse, el gusto no es algo fisiológico que provenga de la naturaleza o sexo de uno mismo, sino que una cuestión social que se basa en el aprendizaje. Además, como con todo lo que pone en entredicho una costumbre, el principio es siempre lo más difícil, cuesta aceptar la ruptura con los esquemas tradicionales.

De lo que no cabe la menor duda es de las mujeres ya han experimentado el placer de fumar un puro y, queridos amigos y amigas, cuando uno se acostumbra a lo bueno ¡qué difícil es abandonarlo!

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