Decía el poeta Víctor Hugo que el tabaco es la planta que convierte los pensamientos en sueños. Y decía bien. Porque, ¿qué otra cosa, sino poesía en los labios, es un cigarro hecho completamente a mano? ¿Qué otra cosa, sino artesanos de sueños, los que trabajan forjando ese objeto de auténtico placer para los sentidos?

De todos es sabido que los oficios artesanos empiezan y acaban con las manos. Que requieren pericia, cariño, habilidad, experiencia, detalle y, sobre todo, pasión. Una pasión que transfieren al propio producto que elaboran y al destinatario final del mismo.

Y en el caso de la elaboración tradicional de cigarros, este se convierte en un proceso con tiempos necesariamente pausados y con matices artísticos en cada una de sus ligas, formatos y presentaciones, algo que no ha cambiado sustancialmente durante cientos de años. Porque, en la mayoría de los casos, la elaboración de cigarros de forma manual ha sido transmitida por generaciones entre padres e hijos, bajo un ritual complejo y completamente artesanal.

Y es que podrán haber cambiado los tamaños de cigarros o las marcas que un día estuvieron de moda, e incluso podrán haber aparecido innovaciones tecnológicas aplicadas a la fumigación, al control de tiro y a diversos procesos de cultivo y conservación. Pero la elaboración manual que realiza el trabajador al escoger las hojas de tabaco, al mezclarlas y al envolverlas, esa sigue haciéndose de forma tradicional: prensando, enrollando y alisando. Como auténticos prestidigitadores de las hojas, los trabajadores del tabaco tienen un algo especial. Son de esa clase de personas que encarnan el dicho de cuando el camino se vuelve duro, solo los duros continúan el camino.

Sólo los artesanos que aman su trabajo conocen la fórmula mágica que hace que el fruto de su trabajo sea superior. Y así como un jamón o un vino es producto de algo más que la mezcla de sus ingredientes, los artesanos del tabaco saben que un cigarro necesita cocinarse a fuego lento. Un cigarro desesperado, que no ha reposado correctamente en sus fases, no está a la altura de los buenos artesanos, porque es simplemente un cigarro peor.

Si bien el proceso de elaboración de un cigarro es largo y tedioso, el tipo de tareas podría decirse que es infinita: siembra, cultivo, recolección, curado, despalillado, fermentación, oreado, rezagado, zafado, añejamiento, rolado, torcido, anillado, empaquetado. Por en medio, procesos de clasificación por color, textura y tamaño, y controles de calidad, incluido control de tiro. Los oficios pueden ser tantos como tareas: vegueros, cosecheros, apartadores, mojadores, troncheros, boncheros, encapadores, enterciadores, roladores, torcedores, escogedores, controladores, anilladores, carpinteros, empacadores y estanqueros.

Por eso, sea este nuestro pequeño homenaje a todos los trabajadores del sector del tabaco. Y muchas gracias por hacer de lo complicado, algo sencillo. Y, sobre todo, algo fabuloso.

CONTÁCTANOS

Puede enviarnos un correo electrónico y nos comunicaremos con usted lo antes posible.

Enviando

Inicia Sesión con tu Usuario y Contraseña

¿Olvidó sus datos?